Lo hemos visto en más de una ocasión. Por un lado, las personas que tras enfrentar una situación difícil se encierran en sí mismas, creen que nunca podrán superarla ni mucho menos recuperar la confianza.
En el lado opuesto, personas que tras enfrentar la misma dificultad, se levantan, luchan y lo superan con más fuerza. ¿Cuál es la diferencia entre ellas? La clave parece estar en una palabra: resiliencia.
La resiliencia es una actitud positiva que asumimos de manera consciente y constante ante situaciones adversas y nos permite superar de manera más rápida y sana momentos difíciles.
Incluso la Real Academia Española (RAE) la define como “la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o estado o situación adversa”.
Ahora bien, estas circunstancias difíciles pueden tomar distintas formas en nuestras vidas: desde crisis personales, enfermedades y pérdida de trabajo hasta desastres naturales, guerras o incluso pandemias como COVID19.
Lo importante es que durante el transcurso de esta adversidad, cuando tenemos resiliencia podemos conectar con recursos propios para usarlos a nuestro favor, ya sea ajustando nuestras metas o incluso logrando una verdadera reinvención personal.
¿Cuál es el origen de este término?
El término resiliencia tiene su origen en la física. En ese campo de estudio se refiere a la capacidad de un material para resistir un impacto o golpe y volver a su forma original sin sufrir daños notables.
Por ejemplo, una pelota de goma es un objeto resiliente, a diferencia de un cristal que puede volverse añicos tras un fuerte golpe.
Con esto queda claro que el fenómeno descrito por la física tiene mucha coherencia con esta capacidad humana de sobrellevar experiencias desafiantes, recuperarse y seguir adelante.
Sin embargo, es importante aclarar que la resiliencia no implica que desaparezcan las crisis de estrés, trastornos emocionales y sufrimiento. Estos sí ocurren, pero lo superamos sin hacernos daño, sin causarnos mayores traumas y creando nuevas oportunidades para la vida.
Ahora bien, desarrollar resiliencia consiste en un proceso complejo y personal en el que se combinan fortalezas internas y recursos externos que crean aprendizajes, ofrecen nuevas perspectivas sobre la vida y permiten enfocar los propósitos de manera más realista y objetiva.
Para mejorar la capacidad de resiliencia no hay una receta preestablecida, aunque hay ciertos recursos que nos facilitan la tarea. Te mostramos.
¿Cómo podemos desarrollar resiliencia?
- Soporte social. Un estudio publicado por la revista Ecology and Society mostró que el apoyo social recibido por familiares o amigos en tiempos de crisis mejoran la capacidad de resiliencia.
- Planificación realista. El autoconocimiento junto a una mirada objetiva y realista de las fortalezas y debilidades permite alcanzar metas y aumentar la confianza propia.
- Autoestima. Una percepción positiva de uno mismo disminuye el sentimiento de impotencia ante la adversidad.
- Habilidades de comunicación. Una comunicación clara y efectiva ayuda a las personas a buscar apoyo, movilizar recursos y a tomar las medidas necesarias para enfrentar los problemas.
- Regulación emocional. La capacidad de gestionar emociones abrumadoras ayuda a las personas a mantener el enfoque y superar los desafíos de la vida.
Una oportunidad de reinvención personal
La resiliencia también presupone un autoconocimiento y una medición de las fuerzas internas para tomar responsabilidad y acción ante las circunstancias que enfrentamos. Lo que, a su vez, crea la oportunidad para que cada uno podamos construir una versión mejorada de quienes somos.
Así, en la medida que superamos desafíos, obtenemos más seguridad y una visión más completa sobre nuestra vida, propósitos y limitaciones.
Además, contamos con herramientas emocionales y racionales para diseñar el camino más adecuado hacia nuestros objetivos.
Por eso, la resiliencia y la reinvención van de la mano. La primera ayuda a tener la flexibilidad necesaria para asumir cambios personales de manera inteligente, ágil y positiva. Disminuyendo la presión, el estrés y las emociones incómodas que se generan durante cualquier proceso de transformación.
Finalmente, la resiliencia es parte de la evolución del ser humano y presupone el cultivo de virtudes y fortalezas que permiten el crecimiento constante y adaptativo.
Si desde hoy decidimos desarrollar resiliencia, tendremos muchas oportunidades para reinventarnos y lograr la plenitud que deseamos.